martes, 27 de mayo de 2014

HIPOCONDRIA Y PREOCUPACIÓN POR LA SALUD ¿UN PROBLEMA DE ANSIEDAD?

CREENCIAS SOBRE LA SALUD

  • Si la medicación no elimina un síntoma, debo tener una grave enfermedad
  • Si noto un síntoma físico inesperado, debo estar enfermo 
  • Es posible saber, con absoluta certeza, que no estás enfermo
  • Yo o mi médico debemos ser capaces de encontrar una explicación para todos mis síntomas físicos
  • Los cambios corporales son siempre un signo de que algo anda mal
  • Si no me preocupo por mi salud, me pasará algo malo
  • A los médicos, a menudo, se les pasan por alto enfermedades serias
  • La única forma de detectar una enfermedad, es hacer pruebas muy detalladas
  • La causa más frecuente de no sentirse bien, es tener una enfermedad seria
  • Si no voy con mucho cuidado con mi salud, me ocurrirá algo terrible
  • Si el médico me envían a que me haga algunas pruebas, es porque está convencido de que algo anda mal
  • Si los síntomas van y vienen, una prueba sólo será fiable si se hace cuando están presentes

La Hipocondria se caracteriza porque la persona que la sufre tiene una alta convicción de padecer una enfermedad grave o potencialmente mortal.



¿UN PROBLEMA DE ANSIEDAD?

Cuando una persona se pone ansiosa ocurre una serie de cambios en estos tres niveles de cambio:
A nivel fisiológico, y quizá sea esto lo que más molesta y se nota, se sienten cosas como: taquicardia, dificultades para respirar, calor, sofoco, dolor en el estómago, temblores en los músculos etc.
A nivel cognitivo, se suele pensar que algo muy desagradable, incluso terrorífico, va a ocurrir: que se rían de ti, que tengas un accidente, que te desmayes, que tengas un ataque cardiaco…
A nivel motor, lo más habitual es que se evite o se escape de las situaciones que producen este malestar.
Todo empieza con una orden al cerebro. Cuando alguien percibe una situación amenazante, y la juzga como tal (“algo malo va a pasar”), el cerebro envía una orden al sistema nervioso autónomo, y éste se pone en marcha haciendo que notemos todas esas sensaciones que llamamos Respuesta fisiológica, y que llamamos “nerviosismo” o miedo.
El Sistema Nervioso Autónomo (S.N.A.) se encuentra fundamentalmente en la médula espinal y tiene la misión de regular las funciones vitales. El malestar fisiológico se debe a que el S.N.A. está funcionando a nivel muy acelerado.
La ansiedad en sí no es mala. De hecho la ansiedad tiene unpapel adaptativo y de supervivencia para la especie humana, ya que, bajo control, nos ayuda a enfrentarnos a situaciones difíciles.
La persona que tiene un problema de ansiedad no es rara, no sufre algo extraño a las demás personas, la ansiedad no es diferente en él que en los demás. Lo que ocurre es que o dispara las respuestas de ansiedad con más frecuencia o con más intensidad.
      Englobamos dentro del término problema de ansiedad otros conceptos como:
  • Fobia: miedo excesivo a un objeto, situación o animal. Ejemplo: espacios cerrados, salir a la calle, ratas, sangre, hablar en público.
  • Estrés: aceleración excesiva y prolongada en los tres sistemas de respuesta: motora, fisiológica y cognitiva.
  • Obsesiones: pensamientos repetitivos y muy difíciles de eliminar que provocan mucha ansiedad y que se alivian al realizar un acto ritualista y absurdo, como lavarse las manos muchísimas veces, comprobar exageradamente si se cerró la puerta o la espita de gas, evitar pisar rayas en el suelo u ordenar con extremo cuidado los objetos del escritorio.
  • Hipocondría y Pánico: miedo desmesurado a tener una enfermedad, grave como cáncer, sida o un tumor cerebral, a tener un ataque cardíaco, una trombosis, a desmayarse, perder el control, volverse loco o la propia muerte.
Fuente:(Sevillá y Pastor) Cetecova


lunes, 19 de mayo de 2014

80% DE LOS CASOS DE ALCOHOLISMO EXISTE TRASTORNO PSIQUIÁTRICO

Hasta en un 80% de los casos de alcoholismo existe algún trastorno psiquiátrico asociado


Los pacientes alcohólicos suelen presentar hasta en un 80% de los casos otros trastornos psiquiátricos asociados y, por lo tanto, ser considerados como pacientes con patología dual, ha recordado la Sociedad Española de Patología Dual (SEPD), desde donde se demanda un acercamiento específico y especializado orientado tanto a lograr el abandono del consumo como el control de la enfermedad psiquiátrica.
 "Lo que determina el paso del uso al abuso de consumo de una sustancia como el alcohol, es la existencia de otro trastorno psíquico" afirma el presidente de la SEPD, el doctor Néstor Szerman, quien recuerda que, al componente de enfermedad de la adicción, hay que añadir otros problemas médicos vinculados al consumo abusivo de alcohol, como son los problemas cardiovasculares o de tipo oncológico.
 La pasada semana la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicaba un informe sobre la situación del consumo de alcohol en el mundo, donde se mostraba que la bebida origina más de tres millones de muertes en todo el mundo; en España dejaba patente que el 20 por ciento de los mayores de 15 años son bebedores de riesgo o presentan cuadros de dependencia y abuso de alcohol.
 "Si tenemos en cuenta que el 25 por ciento de la población mundial padecerá algún trastorno mental a lo largo de su vida, debemos considerar que en esta población existe un aumento del riesgo de adicción a sustancias como el alcohol", afirma Szerman.
Por otra parte, en cuanto a las altas tasas de consumo entre los adolescentes, señala que "es especialmente preocupante" porque la sustancia impacta directamente en un cerebro en plena formación, pudiendo "condicionar su desarrollo y provocar la aparición de trastornos psíquicos en el futuro".
Por tanto, en su opinión es necesario que los estudios de evolución de los trastornos adictivos en el futuro sean realizados teniendo en cuenta no solo el impacto físico de la sustancia con capacidad adictiva, sino también los factores de vulnerabilidad de los individuos a presentar un trastorno de abuso.
 "Debemos sensibilizar sobre las adicciones y la existencia de la patología dual, entendiendo al paciente como un todo y en el que es imprescindible contemplar tanto el tratamiento de la problemática de consumo como el de la patología psiquiátrica comórbida" concluye.

DATOS DE LA SOCIEDAD ESPAÑOLA DE PATOLOGÍA DUAL
MADRID, 16 May. (EUROPA PRESS) 

lunes, 12 de mayo de 2014

ADICTOS AL CIBERSEXO: TESTIMONIOS




Noches en vela navegando por chats eróticos. Organismo fuera de control ante la pantalla. Una doble identidad al margen de la pareja, la familia y el trabajo

Esta realidad paralela crece al calor de las nuevas tecnologías y afecta por igual a mujeres y a hombres. Al otro lado, una industria de contenidos sufre los estragos de la crisis económica


TESTIMONIOS




Montse
A media tarde de un lluvioso jueves de primavera, Montse desliza el dedo índice por la pantalla de su tableta electrónica para desbloquearla y muestra uno de sus últimos rastreos por Internet. Sentada sobre un cojín del salón de su pequeño piso alquilado en Barcelona, pincha en un portal gratuito de vídeos pornográficos y aparece un mosaico repleto de imágenes divididas por categorías. Montse aparta la vista de la pantalla con un leve rubor y señala entre las carnales opciones que iluminan el artefacto dos de los variados géneros en liza: amateur y group sex.
“Los amateur me parecen más naturales. Me gusta ver la cara de alguien que no actúa. Por otra parte, en las escenas de sexo en grupo siempre hay alguien que propone algo novedoso. He llegado a quedarme un sábado entero aquí encerrada, viendo esto todo el tiempo y masturbándome hasta 18 o 20 veces. Te tienes que cambiar cuatro o cinco veces las bragas. Entonces caigo en la cuenta de que estoy fuera de control y me doy una ducha. ¿Quién deja de salir un sábado con los amigos, o a ligar, para quedarse viendo porno en casa? Entre semana es distinto. Me centro cuando estoy trabajando. Por la noche, ya en casa, miro vídeos del portátil en mi habitación antes de dormir. Si encuentro lo que me deja a gusto, me quedo tranquila y me duermo. Buscarlo es un chute de adrenalina. Da morbo que se trate de algo secreto. Nadie más sabe que hago esto. Ni mi compañero de piso. Aunque creo que sospecha algo. Bueno, hace 15 días conté todo lo que me pasa en la terapia de grupo a la que voy cada semana”.

Montse es guapa y delgada, tiene 33 años y ejerce como médico en un hospital barcelonés. Esta tarde en la que cae barro a plomo sobre Barcelona, fruto de una tormenta de origen sahariano, viste pantalones vaqueros y una blusa clara con estampado de flores. Aquí dentro, en este salón con paredes forradas de repisas vacías y una enorme televisión de plasma que casi siempre permanece apagada, Montse habla sin tapujos. Fuma tabaco suave y encadena con precisión pasajes de su biografía. El sexo no fue objeto de conversación frecuente con sus padres ni con sus dos hermanos mayores. Hija de un ingeniero y de una profesora de inglés y secretaria, descubrió el placer sexual a los 13 años. Vivió una adolescencia normal y una etapa universitaria que se truncó cuando un novio suyo tuvo un accidente de tráfico, permaneció en estado vegetal y murió años después.
Ella había sufrido algún trastorno anterior y a partir de entonces empezó a padecer ataques de pánico. Y algún arrebato suicida. Se acostumbró a losorfidales y a los antidepresivos. Y a mezclarlos con alcohol. Le descubrieron epilepsia del lóbulo temporal. Con el tratamiento, su vida mejoró. Y se instaló en Barcelona. Al principio compartió piso con dos chicas y un chico. Empezó a salir por la noche cada vez con más frecuencia. El alcohol mezclado con la medicación para la epilepsia le hacía perder el control. Cambió de piso y de amistades. Conoció a un compañero de trabajo aficionado a la fiesta y volvió a las andadas nocturnas. Se convirtió en consumidora habitual de cristal y cocaína. Y llevó una vida más que promiscua. Primero, los fines de semana. Poco a poco, también con más frecuencia al salir del trabajo. Una noche cumplió su fantasía: acostarse con dos militares a los que conoció en un after. Alternó incontables escarceos con novios más o menos formales y algún amigo especial que, según ella, aguantaba su ritmo en la cama. “Él y yo éramos capaces de encerrarnos aquí en casa y solo dejar de follar para comer algo. Con el tiempo, mi consumo de alcohol y droga fue en aumento. Perdía el control y me tiraba al primero que encontraba por la noche. También empecé a entrar en chats para conocer gente con la que liarme. Y a ver páginas porno para masturbarme compulsivamente. Hace un año y medio entré en terapia para quitarme de las anfetas que solía tomar para aguantar las guardias en el hospital. Y acabé en la consulta del doctor Navarro Sanchis”.

Manu
Una tarde de este pasado invierno, Manu estaba practicando una felación a otro hombre cuando este le pidió su teléfono móvil para tomar una foto de la escena. La mala suerte quiso que el dispositivo estuviera conectado en red a la misma tableta que en el momento de tomarse la instantánea manipulaba la esposa de Manu desde casa. Ella se encontró de repente con aquella imagen de su marido practicando sexo con otro hombre. La mujer de Manu dejó pasar un tiempo prudencial antes de abordar el tema. Una noche, después de hacer el amor con él, le preguntó si había algo que ella no podía darle. Él dijo que no se trataba de eso. Tenía un problema desde hacía mucho tiempo. Más de veinte años.
Manu es un exitoso directivo madrileño de 46 años. Ha ejercido como abogado para grandes empresas nacionales y multinacionales. Sus compañeros de trabajo siempre le han visto como a un líder. Llega a nuestra cita en un bar de la capital conduciendo su flamante Harley-Davidson. Viste camisa a rayas de Ralph Lauren, lustrosos zapatos marrones y pantalones marrón claro de micropana. Luce alianza en la mano derecha, testigo de su segundo matrimonio. Tiene ganas de hablar. De que se conozca su caso por si puede ayudar a otras personas que estén en su misma situación y no sepan dónde acudir. Su relación con el sexo empezó a complicarse en la adolescencia. Se acostumbró a repetir con sus novias un comportamiento promiscuo que siguió desarrollándose el resto de su vida. El esquema era sencillo: salía con una chica y al poco tiempo la compaginaba con una amante simultánea; una vez que la segunda chica entraba en juego, se lanzaba a buscar sexo furtivo en lugares públicos. Tanto con mujeres –las más de las veces– como con hombres. Era la época pre-Internet. Todo se reducía a la caza física.
Se licenció en Derecho a principios de los noventa y comenzó a trabajar para un bufete de abogados. En aquel empleo conoció a una mujer con la que se casó tres años más tarde. Tuvieron un hijo. Él mantuvo encuentros extramaritales de manera esporádica durante aquel primer matrimonio. Hasta que fue a un prostíbulo por primera vez. “Mi problema puede estar en que lo que me apetece sexualmente nunca me atrevo a decírselo a mi pareja”.
Desde aquella primera visita a un lupanar, Manu también frecuentó las secciones de contactos de los periódicos. Una segunda mujer apareció en su vida. “Era sexualmente lo opuesto a mi primera esposa. Más espiritual, más conectada”. Y mientras arrancaba un proceso de divorcio, apareció una tercera mujer en el trabajo. Como director de recursos humanos, mantenía una trayectoria próspera. Y un magnífico sueldo que nunca se ha resentido desde que también se lanzó a buscar sus fantasías sexuales por Internet. Entró de lleno en el cibersexo. Anuncios de pornografía por la Red. Vídeos de alto voltaje. Y sobre todo, chats calientes de rastreadores, como él, de encuentros. Siempre gratis. El enganche fue en aumento.
“Si hacía 100 búsquedas al día, encontraba 50 personas con las que podía mantener conversaciones sobre sexo en vivo. No lo hacía para masturbarme. Se trataba de hablar con otros sobre mis fantasías. Cuanto más explícitas, mejor. Eso es lo que me ponía a cien. Llegado el caso, acababa encontrando a una persona con la que poner en práctica todo aquello en su casa. Mujeres, hombres, transexuales y bisexuales. A veces, también un poco de sado-­light. Más de un 90% de aquellas conversaciones no iban a más. Lo que me enganchaba era preparar esas fantasías. Y retroalimentarlas. Es la búsqueda la que me proporciona placer. Me hace sentirme vivo mentalmente. Feliz, durante un tiempo. Un día normal me levantaba y en el atasco, de camino al trabajo, iba cavilando una fantasía. Después curraba a saco, de manera efectiva, y en el receso para comer trasteaba con el móvil. Ya en casa, al terminar la jornada, daba rienda suelta a los chats. Sobre todo cuando estaba solo. En la Red hay infinidad de portales de enlaces a pornografía real. Dos follan y lo cuelgan. A todo esto, en 2002 conocí a otra mujer que me presentó un amigo. Me enamoré. Y me casé con ella. Hoy es mi esposa. Es la mujer de mi vida”.
En algún momento de este nuevo matrimonio apareció otra mujer. Y al volver a compaginar ambas relaciones, volvió a intensificarse esa búsqueda de fantasías que a veces se convertían en realidad. Todo desde su propio ordenador. De media, dos horas diarias. En los viajes de trabajo todo se disparaba. Pero era capaz de mantener la cabeza fría en el despacho y una imagen ejemplar ante su familia. Tuvo una hija con su segunda esposa. Y empezó poco a poco a darse cuenta de que aquel frenesí cibersexual le estaba pasando factura psíquica. “Estaba más tiempo fantaseando un encuentro con otro tío o con otra mujer que planificando las vacaciones con mi familia. No es vida estar siempre buscando algo distinto de lo que tienes. Empecé a vislumbrar hace tiempo que había tocado fondo. Entonces fue cuando mi mujer encontró aquella foto en la que yo hacía una felación a otro hombre. Y me dijo: ‘¿Hay algo que yo no puedo darte?’. Ha sido la pregunta que más me ha ayudado en mi vida. Me puse a buscar ayuda. Pero es más fácil encontrar asesoramiento especializado contra la eyaculación precoz que sobre este tipo de cuestiones relacionadas con la sexualidad. Leí algunas entrevistas con el doctor Chiclana y le llamé para pedir cita. Llevo 30 años con esto. Y acabo de ir por primera vez a la consulta de un especialista. Juntos buscamos el candado que hace saltar mi impulso. Aún me llegan mensajes al móvil del tipo: ‘¿Cuándo nos vemos?”.
–¿Qué hacía justo después de poner en práctica sus fantasías con aquellas personas?
–Despedirme. Cuando buscas sexo, no buscas sentimientos. Ni yo iba buscando ser el coach de nadie. Además, al terminar me sentía mal. Y solía decir: “Bueno, me marcho. Si no te importa, mañana tengo que madrugar”.

Andy
El ordenador de un enganchado al porno rezuma sexo. Y no es una metáfora. Lo asegura Andy, de 54 años, que brinda su testimonio a cambio de no decir su verdadero nombre. Todos los dispositivos conectados a Internet que Andy ha tenido, desde el ordenador del trabajo hasta el de casa, la tableta y el móvil, han llegado a rebosar este tipo de imágenes. “Cuando estás tan metido en tu ordenador, todo eso llega a ir por libre. Buscas por la Red cualquier cosa para documentarte en el trabajo, cualquier cartelera para comprar entradas de cine, y aparecen loscookies, los avisos de chat, las tías buenas llamando tu atención. Cuando eres un adicto y ves todo eso, resulta imposible no entrar a ver porno”.
Andy tiene una mirada insondable de color marrón claro que parece sumergida en una ansiedad imposible de controlar. Toma un café con leche y dos cruasanes a media mañana mientras desgrana su vida. Tuvo una infancia idílica en Barcelona. Segundo de los cinco hijos de un próspero empresario y un ama de casa, se crio en un ambiente de clase media-alta. Profundamente tímido y acostumbrado a soñar despierto, desconectaba fácilmente de la realidad. Su primer amor fue una compañera de instituto, su novia de los 15 a los 18. “Una chica espectacular. Tuvimos todo tipo de relaciones sexuales, salvo la penetración. Su carácter me volvía loco. Y me di cuenta a los 18 de que no me iba a casar con ella ni iba a ser la madre de mis hijos. Una tarde, que yo iba dispuesto a dejarla, ella empezó a besarme y me agarró el paquete. Pero yo no estaba excitado. No empalmé. Acababa de convertirme en mayor de edad y pensé que me había vuelto impotente. No permití que volviera a tocarme. Ella tampoco se atrevía a preguntarme al respecto. Y me dejó por otro. Unos meses después empecé a salir con otra chica. Tampoco se me subió. Me dirigí a Dios y le dije: ‘Al parecer, hasta aquí he llegado’. Me di por jodido”.
Andy atribuye todo lo que le ha pasado a una ignorancia supina en la materia. En el colegio apenas le hablaron de sexualidad, más allá del uso de anticonceptivos. Tampoco se atrevió nunca a contar sus inquietudes a los amigos. Ni a sus novias. Ni a un hermano. Ni a nadie de su familia. “No he hablado de esto con nadie en mi vida; el sexo es un tema muy importante que, en cambio, ha sido siempre visto socialmente como algo sucio”, reflexiona hoy. “Yo empecé a tener una especie de bloqueo con las chicas, pero cuando veía una revista porno sí me excitaba. Me pasé de los 18 a los 32 pensando que a la hora de la verdad era impotente. Tras ingresar en la universidad, los estudios se convirtieron en la prioridad. Pensé que si no podía andar con mujeres, lo mejor que podía hacer tras licenciarme como ingeniero era meterme en el seminario”.
Permaneció allí 10 años. Hizo voto de castidad. Cuando miraba a las mujeres por la calle pensaba que no servía para estar solo, a pesar de creer que no podía practicar sexo con ellas. Entró en depresión al darse cuenta de que tampoco servía para ser sacerdote. Por entonces conoció a una chica. Fue amor a primera vista. Él era un joven alto y apuesto a punto de ordenarse sacerdote que vivía interno en el seminario. Traicionó el voto de castidad al declararse ante ella. Pero la chica le rechazó y volvió a entrar en escena la depresión. Habló con un psiquiatra, que le recomendó salir de aquel lugar cuanto antes. “Vio en mí un carácter obsesivo, que cuando está sometido a reglas genera ansiedad. Estando todavía interno, decidí que tenía que resolver la incógnita. Y me fui de putas. Resultó breve y decepcionante. Al poco tiempo volví con otra chica, y ahí sí que funcioné. A mediados de 1993 me invitaron a marcharme del seminario”.
Regresó a casa de sus padres en la treintena. Y buscó novia. “Pero me había vinculado al sexo de pago. Empezó a haber épocas en las que iba cuatro horas por la mañana y otras cuatro por la tarde. Como una jornada laboral. Me convertí en un depredador. Acumulé deudas de varios millones de pesetas. Iba encadenando préstamos de medio millón cada uno. En las épocas duras me pulía las 500.000 en dos días. Pagaba intereses con nuevos préstamos. Una de aquellas mujeres a las que visitaba, no especialmente guapa, pero sí encantadora, se convirtió en mi esposa. Y en la madre de mis hijos. Pensé que al casarme dejaría de estar tan obsesionado con el sexo. No fue así”.
Encadenó empleos en empresas en las que acababa de irrumpir Internet como nueva herramienta de trabajo. Y a través de la Red se entregó al consumo de pornografía de manera compulsiva. Al principio pasaba ratos contemplando fotos. Pero su enganche al sexo era integral y aquellos estímulos propulsaban su fogosidad. “Siempre he tenido despacho en todas las empresas en las que he trabajado. Pero me metía en líos. Acostumbraba a tener varias páginas abiertas al mismo tiempo e iba pasando de una a otra. Mi ordenador del trabajo estaba a rebosar de porno. Siempre en secciones gratuitas. Si veía una foto que me ponía cachondo, la imprimía y me iba al baño a cascármela. Pero donde disfruta el adicto es en la preparación, en la búsqueda. Por eso estás permanentemente visitando esas páginas. Y los chats eróticos donde mantienes conversaciones sobre sexo. Si estás solo en casa, te la cascas. La vas cagando permanentemente. Una vez entró una chica a mi despacho y no me dio tiempo a minimizar los pantallazos. Se quedó de piedra al ver lo que tenía abierto. Y aunque te sientes fatal, aunque sientes vergüenza, es imposible dejarlo. No hace mucho me pilló mi hija trasteando con el móvil y me dejó hecho polvo”.
Su productividad cayó en picado con los años. Pero Andy es de los que resuelven rápido. Ningún jefe suyo le ha pillado nunca en un renuncio. En cuanto empezaba a sentirse incómodo porque notaba que sus compañeros comentaban con sorna sus aficiones en horas de trabajo, buscaba otro empleo. Entretanto, con su mujer siempre ha tenido relaciones sexuales “normales”. “La he querido mucho. El sexo compulsivo, tanto de pago como internauta, es como abstraerse del presente. Una forma de escapar de mi ansiedad. Primero dejé el de pago y me enganché a la pornografía. Después empecé a cambiarla por los juegos de móvil. Ahora trabajo con Carlos Dulanto en conocer qué me produce ansiedad”.
Susana
Susana es una chica normal de Madrid. Hija de una familia normal y corriente de clase media. Su cuerpo es menudo y esbelto. Como el de cualquier otra mujer que podrías encontrar en el metro. O tras un mostrador como azafata de tierra en un aeropuerto, algo para lo que se está formando a sus casi 30 años después de no encontrar trabajo a pesar de una exquisita formación en Dirección y Administración de Empresas y un Máster en Dirección Financiera. Fue una niña exigente consigo misma. No tuvo amigas. Tampoco era alta, ni guapa, ni delgada. A los 15 años padeció anorexia y bulimia. A los 17 mantuvo su primera relación sexual y encadenó varios novios. En la universidad comenzó a salir de fiesta todos los días. De lunes a domingo. De noche, entre la neblina de las discotecas, empezó a sentirse atractiva. Deseada. “Y sentirse deseada crea adicción”, dice hoy en una ­trattoria madrileña.
“Me centraba con una amiga en salir de caza. Nunca me llevaba los tíos a casa. Lo hacía con ellos en las esquinas, en los baños, en el coche. He llegado a tirarme a tíos en plena calle, mientras pasaba gente a nuestro lado. Usaba abrigos largos para taparme. Entonces no veía nada raro en todo aquello. Y la búsqueda de la emoción, de la sexualidad al límite, me tenía enganchada. Después me sentía vacía. Abandonada. Acabando en la universidad, empecé a salir con un chico. Yo estaba empeñada en acostarme con él, y él solo quería hacer manualidades. Un día le hice ver que aquello no era suficiente. Y me violó. Puse un modo bloqueo en mi cerebro. Y empecé otra vez a salir de noche. Cada vez más ansiosa. Entre semana, al salir de clase, tiraba de ­chorboagenda y buscaba algún recurso. También estaba mi porno en Internet. No iba mucho a los chats eróticos porque encontraba lo que quería en la calle. Pero el porno sí lo usaba para consolarme. En los descansos mientras estudiaba en casa. O antes de irme a dormir. Sobre todo veía hentai. Después iba al baño a desahogarme. Pero, sobre todo, lo que me provocaba ansiedad era la caza, esa búsqueda de la emoción y de sentirme deseada”.
Tardó en contarle el episodio de la violación a su hermana. Y por extensión, a sus padres. Hace dos años se sinceró con ellos. Y empezó a ir a terapia con el doctor Carlos Chiclana. Los médicos habían visto en su sexualidad compulsiva un trastorno de la personalidad límite. “Con el doctor Chiclana he empezado a entender que los chicos han de ganarse el derecho a estar conmigo. Y a trabajar relaciones sanas. Desde diciembre tengo pareja. Algo impensable hace un par de años. Me habría gustado estar ya casada, con un hogar, una familia y un perro. Pero todos los planes que tenía para mi vida se fueron al traste. Hoy llevo tatuado un fénix en llamas en el lomo derecho”.
Fuente:elpais.com "Enganchados al Porno online"

jueves, 1 de mayo de 2014

CRISIS DE PAREJA ¿CÓMO TRABAJAR LAS DIFERENCIAS?

CRISIS DE PAREJA ¿CÓMO TRABAJAR LAS DIFERENCIAS?


 QUIERO:

Quiero que me oigas sin juzgarme.
Quiero que opines sin aconsejarme.
Quiero que confíes en mí sin exigirme.
Quiero que me ayudes sin intentar decidir por mí.
Quiero que me cuides sin anularme.
Quiero que me mires sin proyectar tus cosas en mí.
Quiero que me abraces sin asfixiarme.
Quiero que me animes sin empujarme.
Quiero que me sostengas sin hacerte cargo de mí.
Quiero que me protejas sin mentiras.
Quiero que te acerques sin invadirme.
Quiero que conozcas las cosas mías.
....las que más te disgusten.
Que las aceptes y no pretendas cambiarlas.
Quiero que sepas....
Que hoy puedes contar conmigo.....
Sin condiciones.................................


Poema de Jorge Bucay (libro “Cuentos para pensar”)






¿CRISIS? ¿QUÉ CRISIS?


“La crisis es un estado de cosas en que es inminente un cambio, en un sentido o en otro” (Webster)


“No es posible lograr ningún cambio sin crisis pero es posible sufrir una crisis que no de cómo resultado un cambio. Hay crisis cuando una tensión afecta a un sistema y requiere un cambio que se aparta del repertorio habitual del sistema” (Pittman)


La palabra crisis, según un proverbio chino y como ya habrán oído muchas veces, conlleva un doble significado: por una parte “peligro” y por otra “oportunidad”. Lo peligroso y lo duro de una crisis es que los recursos, las defensas, las estrategias, las capacidades, las conductas, las visiones puestas en juego hasta el momento y que resultaban útiles ya no sierven como antes … las seguridades se hacen añicos y durante un período de tiempo aumenta la ansiedad, el miedo, la tristeza, la agresividad, la confusión, el aislamiento. Pero como decía un doctor, amigo mío, “la necesidad crea el órgano”. Y precisamente la contrapartida de la crisis es la “oportunidad” de crear, porque, a partir de allí y como mecanismo de supervivencia, podemos poner en marcha nuevas capacidades, nuevas visiones, nuevas estrategias, nuevas reacciones, nuevos vínculos ... este proceso de defensa ante la crisis, que una de mis clientas llamaba “pura vida”, a la larga y en la mayoría de los casos, conlleva un proceso de crecimiento, de maduración personal. Es desde esta perspectiva constructiva que siempre les digo a mis clientes que “a las crisis, con el tiempo, hay que darles comisión o invitarlas a cenar”. La crisis es inmanente al ser humano y a su núcleo básico de pertenencia, la familia. 

¿ES NORMAL LO QUE NOS PASA?

 Muchísimas veces las parejas tienden a patologizar un conflicto, una tensión que, como decía antes, simplemente es “pura vida”. La mayoría de veces, la labor de un buen terapeuta de pareja no está en “intervenir para cambiar” (dando recetas artificiales que a la postre no sirven para nada), sino simplemente escuchar respetuosa y amorosamente, en acompañar, tranquilizar, redimensionar ... en definitiva, dar la oportunidad a la pareja de recuperar la fé en si mismos, entender el valor constructivo y de aprendizaje que supone la crisis que están viviendo, verse a si mismos en un “proceso” de crecimiento, visualizar su momento de malestar desde la perspectiva de un zoom que amplia sus posibilidades y sus expectativas, tanto a nivel individual como de pareja-familia. Hay dos historias que utilizo en las terapias para facilitar a individuos y parejas una visión más en perspectiva. 

Las parejas que duran, pasan necesariamente por crisis, las afrontan y aprenden de ellas. Cuando una pareja decide huir de la crisis rompiendo la relación, tarde o temprano –probablemente en la siguiente relación de pareja- van a tener que afrontar el mismo reto y se encontrarán en el mismo punto en el que se emprendió la huida.


“LAS CRISIS DE TRANSICIÓN”

Desde el Modelo Sistémico de Terapia Familiar en general se habla de 6 etapas:

1) Constitución de la pareja y Noviazgo hasta el primer hijo
2) Del nacimiento del primer hijo hasta la llegada del último a la escuela
3) De la escolarización a la adolescencia
4) La adolescencia de los hijos hasta su salida del hogar familiar
5) Primera fase post-parental: “nido vacío” o “destete de los padres"
6) El retiro de la vida activa y la vejez

¿DE QUIÉN ES LA CULPA? LA PACIENCIA EN LA PAREJA


La paciencia, tan necesaria en las relaciones humanas y, como no, en la relación de pareja, requiere una cierta conciencia de como me siento, requiere no dejarme llevar por el impulso, requiere pensármelo, como mínimo, dos veces antes de “entrar al trapo”. A mi me gusta ver la terapia como como el arte de ayudar a la gente a cambiar “reacciones” por “respuestas”. La “reacción” es defensiva, compulsiva, impulsiva, inmediata y pone la responsabilidad fuera de uno mismo, en el otro; la “respuesta”, en cambio, es más serena, más autorreflexiva, autorresponsable, más “diferida” en el tiempo (supone varias respiraciones completas de por medio y una toma de conciencia de cómo me siento, qué me ocurre, dónde me duele, porqué). Detrás de la reactividad impulsiva, se esconde casi siempre la identificación con un pensamiento, con un sentimiento, con un estado de ánimo, muchas veces inconsciente y relacionado con el pasado. Y está claro que nosotros no somos, o al menos no sólo somos “lo que pensamos”, no sólo somos “lo que sentimos”, no sólo somos “lo que hacemos”; ni siquiera sólo somos “lo que nos está ocurriendo aquí y ahora en nuestra relación de pareja”. 



DE LAS DOS MEDIAS NARANJAS A LAS DOS NARANJAS COMPLETAS


Y se preguntarán ¿cuál es la solución?, ¿cuales son, como decía el título de la conferencia, esas “claves” de comunicación para una pareja que está en crisis? Y mi respuesta es que, paradójicamente, una de las claves de solución de la pareja pasa en gran parte por el respeto a la individualidad y a uno mismo. La relación de pareja debe ser un complemento a la propia persona. Uno no puede negarse a si mismo y diluirse en el otro. Si voy negando un dia sí y otro también una parte de mi mismo (una necesidad, un deseo, un anhelo, un dolor), si sucesivamente te voy dando más de lo que puedo (“para que no te enfades”, “por los niños”, “porque espero que tú te des cuenta”, etc.), tarde o temprano te pasaré factura. 
La solución no es pedirle al otro que sea aquella “media naranja” que fue, o convertirse uno en la “media naranja” que necesita mi pareja, sino en seguir madurando responsablemente, cada uno a su ritmo, hacia la “naranja completa”. Mi propuesta a las parejas es que, en una escala de bienestar de 0 a 10, en general, uno tiene que autorresponsablizarse de llegar al 6 por sus propios medios, aprendiendo a auto-cuidarse y a equilibrarse (trabajo, deporte, ocio, descanso, hobbys, intereses culturales, amistad, terapia, yoga, hijos, familia ...).





EL PROBLEMA o “MAS DE LO MISMO UNA Y OTRA VEZ” 


Retomando la pareja en crisis, cuando exponen “el problema” o “la queja”, raramente expresan que “tenemos un problema” sino que suelen contar que “él (o ella) es el problema”. Y desde mi experiencia, tanto personal como terapéutica, cada vez estoy más convencido que los problemas (y las soluciones también) están mucho mas dentro de uno que en el exterior. Ante los problemas, les recomiendo la actitud que se encuentra en el trasfondo de esta útil y bonita oración que utilizan en Alcohólicos Anónimos:

"Dios mío, concédeme Serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar ... Valor para cambiar aquellas que puedo ... y Sabiduría para reconocer la diferencia".

Pero cada miembro de la pareja, antes de serenarse y aceptar, antes de armarse de valor para asumir sus propios fantasmas, antes de cambiar lo que depende de él o de ella (es decir, su relación consigo mismo y su propio dolor) se empeñan en cambiar a su partenaire, en atribuir el problema a la conducta del otro y, especialmente, a características inmutables de su personalidad:
“es un egoísta”, “es celosa”; “es irresponsable”; “me agobia”; “es un controlador”; “está mas interesada en sus amigas o en su madre que en mi”; “es agresivo”; “es un alcohólico”; “pasa de los niños”; “se pasa la noche en internet”... 



Este artículo es un extracto de la Conferencia pronunciada por Carles Panadès en Febrero 07 en el marco de las "III Jornadas Científicas: la salud Mental i la dona", en Palma de Mallorca.