miércoles, 24 de julio de 2013

EL CONSUMO DE DROGAS, UN DURO GOLPE PARA LA SALUD


Una dosis es tan devastadora para el cuerpo como un nocaut. Aunque “las cifras demuestran cierta estabilización en el consumo de drogas”, según Ignacio Calderón, presidente de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD), es absurdo bajar la guardia porque la preferencia por algunas va cuesta arriba y siempre hay novedades. EFEsalud explica cómo machacan la salud

La psiquiatra Marta Torrens es miembro de la Comisión Clínica para el Plan Nacional Sobre Drogas (PNSD) del Ministerio de Sanidad y consultora de Naciones Unidas, entre otros cargos. Ella refuerza la idea de estabilidad: “no estamos peor, pero tampoco bien”. Para esta autoridad, el panorama es este:




“El consumo de cocaína parece que ha bajado; el de cannabis está estabilizado y aún no tenemos una entrada masiva de las nuevas drogas ilegales; sabemos que las hay pero, en comparación con otros países, aún no hay tantas”, afirma.

Las anfetaminas y los opiáceos de síntesis (medicamentos) tampoco entran todavía en el radar de preocupación. Lo que sí inquieta es que las chicas están alcanzando a los chicos en las estadísticas y que, incluso, comienzan a llevar la delantera en los tranquilizantes.

Pero, el enemigo número uno es cotidiano. Calderón es contundente: “en el país hay un número de alcohólicos enorme; hay muchísimos más fallecimientos por dificultades derivadas del alcohol que de todas las drogas ilegales juntas”. Otro experto pone los números.


Josep Guardia es consultor senior en psiquiatría del Hospital de Sant Pau de Barcelona y miembro de la junta de Socidrogalcohol. Señala que " el alcoholismo afecta a un número de personas cinco veces mayor que el problema de todas las drogas juntas".

Más allá de los porcentajes, Calderón opina que la drogodependencia ha perdido visibilidad social lo que, en sus palabras, tiene serias consecuencias: “el problema no ha desaparecido, ha cambiado, y ese cambio es peligroso porque con las sustancias emergentes, que tienen más silencio clínico, los consumidores podrían estar aumentando”.

También se ha extendido la idea de que algunas drogas son lúdicas, “ayudas” para que la energía no ceda y los fines de semana sean eternos. Mala cosa. A continuación una serie de razones de peso para que entiendas que con estas sustancias no se va al ring.

Cannabis

El cannabis, “la droga ilegal más consumida”, según Calderón, tiene “exactamente las mismas consecuencias del tabaco, pero es mucho más agresiva para el árbol respiratorio”, como apunta Guardia. Pero hay más, siempre hay más.
Según la FAD, “su estructura química es muy compleja y no se conocen aún las secuelas producidas por todos sus componentes”. No obstante, se sabe que puede causar bronquitis, faringitis, cáncer y “alteraciones en los sistemas reproductores -masculino y femenino- e inmunológico”.
En el periodo de intoxicación, la marihuana dispara los latidos y hace trizas la memoria a corto plazo, la atención y el juicio. Cuando alguien se hace adicto, aumenta su riesgo de padecer tos crónica. También es probable que sufra trastornos del sueño.
Los porros pueden liar seriamente la cabeza y el tema varía con la edad. Torrens explica que “los más jóvenes pueden desencadenar cuadros psicóticos graves, principalmente si tienen predisposición”. A largo plazo crece el riesgo de esquizofrenia en pacientes susceptibles. Por eso hay puertas que es mejor no abrir.
Así como puede generar ansiedad y depresión, “el otro gran problema del cannabis es que disminuye el rendimiento, la memorización y la concentración”, dice. Que no se te olvide.

Cocaína

Pone el cuerpo a mil. “Produce una hiperexcitación del cerebro”, expone Guardia, que se refleja en estados de agitación difíciles de manejar. Cuando su consumo se prolonga, el cerebro se agota por la velocidad y ahí aparecen trastornos depresivos que pueden llevar al suicidio. Torrens suma efectos a esa lista con “cuadros psicóticos que a veces desaparecen cuando se deja esta droga”, pero que también pueden anclarse en la mente para siempre.
La FAD habla de la “psicosis cocaínica, que consiste en la aparición brusca de ideas paranoides que llevan a la persona a un estado de confusión, produciendo verdaderas crisis de pánico y alucinaciones”.
La especialista continúa: “Su consumo genera complicaciones cardiovasculares por subidas de presión arterial y taquicardias que pueden desembocar en arritmias”. Una subida potente de la presión puede romper aneurismas y causar accidentes vasculares cerebrales. Además, siempre está el riesgo de muerte por infarto.
Abusar de esta sustancia “puede producir vasoespasmos, que duran hasta seis o siete minutos; un vasoespasmo de una arteria coronaria puede causar un infarto en determinada zona del corazón y uno de una arteria cerebral tiene el mismo efecto en el territorio que aquella arteria irriga normalmente”, manifiesta Guardia.
Esnifar cocaína regularmente vuelve polvo la nariz con hemorragias nasales, ronquera, dificultades para deglutir: una irritación del tabique sin fin.

Heroína

Un pinchazo de esta sustancia inicia con euforia, esa oleada que los especialistas llaman “rush”. Después, la salud se desgasta gravemente.
“La complicación más importante de la heroína es que el riesgo de sobredosis es muy alto porque suprime la capacidad de respirar”, explica Torrens y agrega que “el margen que da una sobredosis para actuar es muy corto”. La muerte casi siempre gana esa batalla.
Esta sustancia nubla la mente y es tremendamente adictiva. Actúa sobre el sistema nervioso central y “como se toma por vía intravenosa mucho más que por vía esnifada” aumenta las probabilidades de que se multipliquen las infecciones por uso de jeringas, especialmente el VIH y la hepatitis C.
Cuando la adicción es aguda, según la FAD, se da un adelgazamiento extremo que se mezcla con un estreñimiento severo. De ahí en adelante, la heroína destroza el organismo en general: “dolencias cardiovasculares, complicaciones pulmonares, alteraciones hepáticas y renales, patologías ginecológicas” y hasta problemas dentales.
La heroína tiene el cuadro de abstinencia “más importante, que genera malestares terribles bajo los cuales el paciente puede hacer cualquier cosa”, concluye Torrens.

Alucinógenos

Pueden visitar tu cabeza y quedarse como inquilinos. “Los alucinógenos distorsionan la percepción. Las alteraciones pueden ser divertidas, neutras o terroríficas”. Así describe Guardia estas sustancias.
Cuando entran en el organismo, los efectos pueden ser de más de doce horas y “las personas que pasan por la experiencia que antes se llamaba “mal viaje” pueden sufrir estas consecuencias de forma transitoria o tener flashbacks después”, asegura. Muchos reviven sus propias alucinaciones.
Algunos, como el PCP, ponen en jaque la presión arterial y los músculos, que pueden llegar a contraerse severamente hasta el punto de dañarse o causar una fractura.
El psiquiatra añade que “algunas personas después de haber tomado LSD, que es el alucinógeno por excelencia, presentan síntomas psicóticos, de angustia, ansiedad o depresión”.
Guardia recurre a una imagen: “La distorsión de la mentalidad es tan seria que alguien puede llegar a creer que puede volar, encaramarse a una terraza y lanzarse pensando que va a volar”.

Anfetaminas y drogas de síntesis

Para Guardia, las consecuencias sobre el organismo de las anfetaminas son parecidas a las de la cocaína y emplea una metáfora: “pisan el acelerador y un vehículo que va sin frenos y con el acelerador a tope seguro se estrella”.
Las anfetaminas estimulan el sistema nervioso central y llevan a sus consumidores a estados de euforia que les matan el apetito, lo que suele convertirse en gastritis, y el sueño.
La FAD incluye entre sus efectos “sed, sudoración, taquicardia, aumento de la tensión arterial, náuseas, malestar, dolor de cabeza, vértigo y muecas exageradas y anormales de la mandíbula o movimientos estereotipados”.

Añade que “un abuso crónico provoca la aparición de acné”, reseca el cabello y acaba lentamente con los dientes, las encías y las uñas. Asimismo, las anfetaminas son responsables de graves cuadros psicóticos. Estas pastillas están dejando derivados.

Magí Farré, médico y farmacólogo clínico del Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas de Barcelona, estudia esos derivados, conocidos como drogas de síntesis, y los define claramente:

“Son sustancias que no se encuentran como tal en la naturaleza, es decir, que hay que sintetizarlas. También son las que sintetizan químicos para evadir las restricciones legales”, asegura.

Farré precisa que “muchas veces una droga de síntesis es de diseño: la producen en un laboratorio clandestino y la sacan al mercado. Algunas se parecen a viejas conocidas y otras son las nuevas, las emergentes”. Ahí figuran cannabis sintéticos y la MDPV, por ejemplo.
Sobre su impacto en el organismo se sabe poco. Farré anota que “son muy desconocidas y muchos no saben ni cómo tomarlas”. El peligro es precisamente ese: que no se sabe qué órganos pueden dañar y a qué niveles.

Hipnosedantes

Este grupo incluye fármacos como antihistamínicos, barbitúricos y benzodiacepinas. Para la FAD, el consumo de las últimas ha crecido seriamente en los últimos años y es un tema al que hay que ponerle cabeza.
Guardia anota que estas sustancias “enlentecen el cerebro” y tienen una complicación adicional “su consumo aumenta a lo largo de la vida, de manera que una de cada cuatro mujeres entre los 55 y 64 años” toma pastillas para descansar o para calmarse.
El sitio web de la FAD expone que las benzodiacepinas en dosis elevadas “provocan náuseas, aturdimiento, confusión y disminución de la coordinación psicomotriz. También tienen efectos secundarios como “somnolencia, fatiga, pesadillas, mareos y lentitud”.
Las drogas para dormir se acomodan pronto en el organismo y por eso generan tanta adicción. También afectan la memoria y pueden generar ansiedad y depresión. No hay que jugar con Morfeo.

Alcohol

¿Otra copa? La respuesta a esa pregunta suele ser otra pregunta: “¿Por qué no?” Te diremos por qué: “el alcohol puede causar hasta 60 enfermedades médicas y psiquiátricas”, enfatiza Guardia y sigue con un listado de efectos.
“Impacta el cerebro, tanto en intoxicación aguda, cuando se consume en forma de atracones, que es beber mucho en poco tiempo, y cuando la intoxicación es persistente”, es decir, cuando alguien bebe por encima del límite de consumo de riesgo y mantiene ese ritmo casi todos los días durante años.
El alcohol es tóxico y machaca el tubo digestivo, el hígado, el páncreas y el corazón. El experto dice que “puede producir anemia, osteoporosis, alteraciones metabólicas” y cáncer. Un botellín de cerveza o una copita de vino diaria “aumenta el riesgo de cáncer de mama y de cualquier parte del tubo digestivo: cavidad oral, faringe, laringe, esófago, hígado, recto y colon”. Además, disminuye las defensas.
Beber a lo loco “altera el funcionamiento del lóbulo frontal”, donde funciona la memoria, la concentración, la anticipación a las consecuencias y la inhibición de respuestas inapropiadas. ¿Otra copa?

Tabaco

Detrás de un cigarrillo hay más que ese placer momentáneo. El tabaco “produce cáncer en el árbol respiratorio, desde la cavidad oral; afecta la laringe, los bronquios y los pulmones”, argumenta Guardia. Se estima que es el culpable del 90% de los casos de cáncer de pulmón y, cuando se junta con el alcohol, crecen las probabilidades de cáncer de cabeza y cuello.
Además de “dejarte sin respiración”, el cigarrillo se mete en tu corazón. El especialista aclara que “puede influir sobre el sistema cardiovascular, causando enfermedades en las arterias y dañando la circulación coronaria, es decir, la del corazón”. ¿El resultado? Anginas de pecho e infartos de miocardio.
“Se ha comprobado que produce la enfermedad vascular periférica, cuando la persona no puede andar hasta que se restablece su circulación en las piernas”, añade.
La FAD menciona entre los efectos de los fumadores crónicos “úlceras digestivas, faringitis, laringitis, afonía, alteraciones del olfato, pigmentación de lengua y dientes y cáncer de estómago”.
Los fumadores tienen más riesgo de infartos cerebrales y de desarrollar la enfermedad pulmonar obstructiva crónica, que a veces se cruza con enfisema pulmonar, y que se manifiesta con una tos eterna. Cof, cof.
Lo que tienen en común todas las drogas de la lista es que impactan el cerebro, actuando sobre los centros de placer y recompensa, donde se crea la adicción, en palabras de Torrens: “Cuando se dice que alguien no tiene voluntad, es cierto, no la tiene porque la adicción altera los circuitos de la voluntad”. De tus decisiones depende que no te toque tirar la toalla.

Fuente: EFE Salud 22/07/3013

jueves, 11 de julio de 2013

ADICTOS AL CIBERSEXO "El perfil del adicto al cibersexo suele ser el de un hombre, de mediana edad y con una relación estable"


En el 80% de los casos, el perfil del adicto al cibersexo es el de hombres de clase media-alta,  entre los 25 y 50 años, de los cuales la mitad mantiene una relación estable, según afirmó el  sexólogo Joan Mir, en el primer día de las I Jornadas Nacionales de Salud Sexual de la Sociedad  Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen), que se celebran en Valencia.



El experto indicó que la enfermedad es la adicción más negada y suscita un gran rechazo social" y que esta patología "se instala más fácilmente en un cerebro adictivo, en una personalidad buscadora de sensaciones potentes", y que sus efectos "pueden destruir la vida de una persona y su familia, e incluso provocar ideaciones suicidas".


"El sexo es el instinto primario más poderoso del ser humano y hay personas que quieren conseguirlo ya mismo. La recompensa sexual a través de chats eróticos o webs porno gráficas es inmediata, sin esfuerzo previo y a la carta. Se puede dar paso a las más osadas fantasías, no hay límites".


El doctor Mir explicó que el adicto "es un enfermo con un elevado nivel de sufrimiento crónico", cuya salud mental "se asocia frecuentemente a trastornos depresivos y ansiosos, consumo de sustancias de abuso y de ansiolíticos".


Y dijo también que "las consecuencias pueden ser devastadoras", pues a nivel familiar puede desembocar en "un conflicto grave de pareja, con separaciones frecuentes, y un deterioro relacional con los hijos". Respecto al mundo laboral, puede provocar un menor rendimiento, y hasta la posibilidad de perder el puesto de trabajo y, en materia judicial, "existe la posibilidad de 
involucrarse en asuntos delictivos".


Fuente: EL INFORMADOR
GUADALAJARA, JALISCO (28/JUN/2013)