JUEGO PATOLÓGICO: LA EVOLUCIÓN DEL TRASTORNO
La evolución hacia un juego patológico suele describirse a través de diferentes fases, la fase de pérdida:
Quien juega mantiene una actitud excesivamente optimista que le
conduce a aumentar significativamente la cantidad de dinero que arriesga en el juego. Una
vez que la persona se ha hecho jugador habitual, el factor más importante que va a facilitar
que se convierta en jugador patológico, según Lesieur (1984), es su accesibilidad al préstamo.
Cuando el jugador pierde todo su dinero tiende a acudir a otras fuentes para conseguirlo.
Cuando las deudas se han disparado y las posibilidades de obtener las cantidades de dinero
que necesita se reducen, ve todas sus opciones disponibles para obtener dinero con que
poder pagar estas deudas, limitadas a una: el juego. Se produce el fenómeno de “caza”
descrito por Lesieur, consistente en que el jugador cada vez juega más para intentar
resarcirse de sus deudas, cada vez pierde más y las pérdidas son mayores. Ahora ya no
juega para ganar sino para recuperar lo perdido.
Las deudas y pérdidas amenazan su autoestima y su situación financiera. Intenta reponer
las deudas lo más rápidamente posible, para evitar que la familia, las amistades y otras
personas lo lleguen a saber. Se convierte en un experto en buscar pretextos y excusas e
inventar mentiras.
Los pequeños préstamos pedidos a familiares y personas de confianza al final de la primera
etapa se convertirán, en esta segunda fase, en préstamos concedidos por banco, tarjetas
de crédito y prestamistas como forma de inversión que serán devueltos con las futuras
ganancias. Una vez que las fuentes de préstamo legal se agotan, el riesgo de realizarlos
de forma ilegal emerge; pudiéndose cometer, algún tipo de robo, fraude, falsificación o
estafas. Los delitos más comunes entre las mujeres jugadoras difieren de los cometidos por
los varones. Destacan, la falsificación de talones, la realización de operaciones ilegales en
el ámbito del juego y la irrupción en el mundo de la prostitución; siendo menos probable,
en comparación con los varones, verse envueltas en estafas relacionadas con préstamos,
evasión o fraude de impuestos, robos a pequeña y gran escala, venta de droga o de objetos
robados.
La necesidad por recuperar el dinero perdido y poder devolver las deudas contraídas, hace
que cada vez dedique más tiempo al juego, lo que provoca que destine cada vez menos
tiempo e interés a la familia y al trabajo, unido al cúmulo de excusas y mentiras, hace que
tanto en el marco familiar como en el laboral comenzarán a surgir problemas, siendo algunas
de las consecuencias que siguen, y que van a agravar aun más el problema.
La conducta de juego pierde el contexto social en que solía desarrollarse para convertirse
en un juego solitario, la persona jugadora que en otro tiempo se presentaba como habilidoso
es ahora un jugador menos ducho que, sin embargo, apuesta más. Su deseo más ferviente
es tener un largo periodo de ganancias que le permita pagar las deudas y a su vez tener
una reserva de dinero suficiente para seguir jugando sin necesidad de pedir prestado. Pero
las ganancias, aunque ocurran periódicamente, son menores que las deudas, la presión de
los acreedores aumenta y aquí es cuando quien juega se ve obligado a confesar a su familia,
amigos, banco, etc., el problema, y decide e incluso promete que va a dejar de jugar. Esto
dura poco tiempo, ya que vuelve a alimentar su optimismo irracional y la ilusión de ser
impune y vuelve de nuevo a jugar.
Gabinete Psicológico G.SINadicciones